El paralítico
Unos hombres le llevaron un paralítico, acostado en una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico: “¡Ánimo, hijo; tus pecados quedan perdonados!”. Mateo 9:2.
Un paralítico acostado en una camilla es un peso bien diferente del de un niño llevado en brazos. El paralítico, por su condición, no consigue ayudar en nada a quien lo está cargando; todo su peso recae sobre quien lo está llevando. Esta realidad hace que no sea fácil; pero aquellos hombres se esforzaron para llevar al paralítico hasta Jesús. ¿Llevas a Jesús a tus amigos paralíticos espirituales? ¿Los abandonas? ¿Dejas que se arreglen como puedan?
Jesús notó “la fe de ellos”; es decir, la de los hombres. De la fe del paralítico, la Biblia no dice nada. La fe de aquellos hombres les dio la posibilidad de sanarse y de salvación al paralítico.
Este es el primero de una serie de relatos, en este caso contado por Mateo en su Evangelio, que mostrará a Jesús uniendo, relacionando, conectando la salud física con la vida espiritual. Cuando va a sanar físicamente al hombre, él no habla de músculos, tendones y nervios; por el contrario, habla de fe, de pecados y de perdón.
¿Te animas a entender que Cristo te puede liberar de toda dolencia (incluida la parálisis) con su poder de perdonar pecados? Claro que sé que esta pregunta te debe hacer recordar –como a mí– cientos de ejemplos de falsos maestros espirituales, diciendo que sanan en el nombre de Cristo. También recordarás, como yo, que Jesús dijo que haber sacado demonios y curado enfermedades en su nombre no es garantía de salvación, ni siquiera de haber estado en comunión con él. Pero el punto está en que Cristo, cuando curó físicamente al paralítico, y en otros casos más, lo hizo perdonando sus pecados.
Eso significa que, como él no cambia, hoy te puede sanar de tus enfermedades usando el mismo método, la misma lógica, el mismo camino. Al mismo tiempo, queda en claro, en esta historia, que pecado y enfermedad están en una relación íntima y mortal para nosotros.
Recuerda hoy Éxodo 15:26: “Yo soy el Señor su Dios. Si escuchan mi voz y hacen lo que yo considero justo, y si cumplen mis leyes y mandamientos, no traeré sobre ustedes ninguna de las enfermedades que traje sobre los egipcios. Yo soy el Señor, que les devuelve la salud”.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor
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